Imagen de Unsplash
En mis casi treinta años de vida y la mitad de esa vida pasé saliendo o en una relación. No he aprendido todo, pero he aprendido mucho. Durante y después de cada relación, me he esforzado por aprender en qué pude haber trabajado o aprendido para no volver a hacerlo.
Esto es lo que he aprendido:
1. El amor no es suficiente.
Cuando era niña, veía películas que implicaban que una vez que las personas descubrieran el amor, sus vidas serían completas. Adopté esta mentalidad y aprendí en mis veinte años que vivir con esta mentalidad solo me decepcionaría. Un primer recuerdo de esto es cuando mi ex-prometido me llamaba palabras humillantes y me engañaba. Cuando me enfrentaba a él, él se disculpaba y pedía perdón porque decía que me amaba. Porque estaba en esa mentalidad, le creí; Sólo para verlo seguir comportándose así una y otra vez. Verás, necesitaba más que amor para mí; Él necesitaba tener respeto, compasión y amabilidad para mí también. Hasta que aprendiera a tener esos otros 3 factores, continuaría tratándome como siempre lo había hecho.
2. El amor es poderoso.
¿Alguna vez has amado a alguien tanto que solo verlo hace sonreír a tu corazón? Lo he hecho muchas veces porque el amor es poderoso. El amor puede alterar temporalmente tu salud mental y tener un impacto en cómo piensas, hablas y actúas. En mi opinión, no hay nada más poderoso que el amor.
3. El amor no puede ser reemplazado.
Honestamente creo que la razón por la que sufrimos en esta vida es porque pasamos nuestras vidas huyendo del amor, por miedo a ser vulnerables y lo reemplazamos con cosas innecesarias, como: dinero, posesiones, juegos y emociones. Hacemos esto porque queremos tener poder sobre el amor; tememos profundamente que el amor pueda tener poder sobre nosotros y nos haga sufrir aún más. He venido a aprender que el amor no debe ser reemplazado; pero, destinado a ser abrazado.
4. Abrazar el amor vale la pena.
Lo único de lo que realmente me he arrepentido es no decirle a alguien que amé que lo amo. En mi último año de bachillerato, me enamoré locamente de una de mis mejores amigas y me di cuenta de que él sentía lo mismo por mí. La gente pensaba que éramos pareja porque siempre estábamos juntos. Cada vez que pensaba en decirle mis sentimientos, temía que me rechazaran como antes y eso me impedía abrazar lo que realmente sentía y decirle cómo me sentía. Después de la preparatoria, tomamos caminos separados y él comenzó a salir con su (ahora) esposa. Sentí sincero arrepentimiento por lo sucedido. En última instancia, quería lo mejor para él, pero no pude evitar preguntarme si era lo mejor para él una vez que descubrí que se iba a casar hace unos años. Hice una promesa de decirle siempre a alguien que los amaba porque sentir arrepentimiento es peor que saber que esa persona sabe cómo te sientes acerca de ellos.